A esta inmensa injusticia que reina en nuestro planeta no me gusta llamarlo violencia de género porque el vocable me parece algo cursi, prefiero denominarlo violencia machista, de pareja o familiar.
He gritado en mis artículos contra el racismo, la injusticia social, la intolerancia, la guerra, contra el terrorismo, contra la falta de libertad... y hoy me toca gritar contra el maltrato a las mujeres.
Quizá porque soy hombre digo (y me da igual que me acusen por esto de machismo) que las mujeres son lo más maravilloso de este mundo. Madres, hijas, hermanas, diosas, amigas. Infierno y cielo a la vez. Los hombre sin ellas no somos nada. Ellas dan vida. Ellas son la vida. Ellas son todo.
Creo que el maltrato a las mujeres de nada depende que haya uno o cuarenta mil ministerios de igualdad, con cuarenta mil asesores o cuarenta mil organizaciones gastando dinero del contribuyente.
Y también creo que poco o nada sirve (aunque tampoco estorba) que haya cuarenta mil anuncios o cuarenta mil mensajes contra el maltrato a las mujeres.
Las mujeres sufren. Siempre les tocó lo peor. Las tocó a lo largo de la Historia ser tratadas como seres inferiores, ¡cuando tenían la tarea más importante del mundo, sacar adelante a sus familias y a sus hijos! Que en estos tiempos cobren menos que sus colegas masculinos indica que todavía queda camino que recorrer.
La educación, la cultura, el aprendizaje del respeto, por supuesto que influye, pero no lo es todo. También hay maltratadores de elevada formación e igualmente mujeres maltratadas.
El tema es más complicado. Aunque quizá es más fácil de lo que parece. Se trata de distinguir una basura humana de una persona normal. Rodeados de gente y en las ocasiones, el maltratador parece hata majete, pero en la intimidad se muestra como verdaderamente es.
Salvando las distancias y teniendo en cuenta que las comparaciones son odiosas, esto me recuerda al insulto fácil en Internet bajo el paragüas del anonimato. Cuanto cobarde y acomplejado, tanto hombres como mujeres, se muestran rabiosos y matones cuando nadie sabe quienes son. Si se traslada esto al ámbito de la convivencia íntima, quizá se obtengan muchas respuestas.
Esto debe acabar de alguna manera. Si en el verano de 2014 ha habido 8 asesinatos de mujeres, hay que remontarse hasta 2008 para encontrar una cifra superior, 14. Hay que tener en cuenta que el verano es para esto, una temporada mala, ya que aumenta forzosamente la convivencia entre parejas.
Que triste todo.
Jaime Arroyo
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