El Anomalocaris fue un invertebrado de un metro de largo, que vivió en los mares del Cámbrico, hace más de 488 millones de años. Su nombre significa "gamba extraña". Su cuerpo era alargado y estrecho, recubierto por un exoesqueleto sin minerales pero con ciertos tejidos esclerotizados, tales como los de los apéndices y la boca. Poseía dos garras frontales y una boca circular con dientes afilados. Todo ello indica que se trataba de un depredador.
Es un anomalocarídido, perteneciente al extinto filo de los lobopodios, emparentados con los artrópodos.
Sus primeros fósiles aparecen en el esquisto de Ogygopsis, apreciendo más en el famoso de Burguess Shale, del que se hizo eco el famoso libro de Stephen Jay Gould La vida maravillosa.
Comparación con el tamaño humano
La revista científica Nature publica una interesante investigación sobre los ojos del Anomalocaris
Para ser un depredador debía de tener una buena visión, algo cuestionable en una época tan temprana de la evolución. Los fósiles habían planteado la posibilidad que tuvieran los ojos compuestos, pero ninguno de ellos tenía detalles suficientes de la superficie para confirmarlo. El paleontólogo John Paterson, de la Universidad de Nueva Inglaterra en Australia, y sus colegas lo han hecho mediante el estudio de los fósiles descubiertos en el esquisto de Emu Bay en el sur de Australia. Ellos encontraron que cada ojo contenía miles de pequeños lentes endurecido definitivamente formado por cada ojo, como los ojos de los insectos modernos y crustáceos.
"El extraordinario detalle conservado en esta muestra es simplemente fantástico", dice Robert Gaines, paleobiologo en el Pomona College en Claremont, California, que no participó en el estudio.
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