El descubrimiento sobre los últimos secretos de la materia, el interior del átomo, iba a traer consecuencias que no se podían ni imaginar. La destrucción del núcleo del átomo libera tal cantidad de energía que es algo imaginable para la insignificancia de su tamaño, que es tan sumamente pequeño que jamás podrá ser visto por el ser humano.
Conocido este inmenso poder, que como todo poder puede ser usado para la paz o para la guerra, una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial, por parte de Estados Unidos, con el apoyo parcial del Reino Unido y Canadá, se decidió iniciar investigaciones en 1941 para la construcción de un arma nuclear.
El denominado Proyecto Manhattan se llevó a cabo bajo un gran secreto, hasta tal punto que ni los familiares de los trabajadores sabían de que se trataba. En incluso ni los mismos trabajadores como sucedía con las mujeres operadoras del sistema de cálculo principal. No sólo los norteamericanos estaban interesados en conseguir armas nucleares, también la Alemania nazi anduvo detrás de ello, como la Rusia soviética, que terminaría consiguiéndolo unos años más tarde.
La bomba lanzada sobre Hiroshima fue llamada con el nombre de Little Boy (chico pequeño), y estaba basada en el uranio-235, un isótopo del uranio. Un isótopo es un mismo elemento químico, pero con distinta masa atómica. También se estaban haciendo pruebas con el plutonio-239, aunque era menos fiable. De este mismo tipo era la bomba que se lanzó después contra Nagasaki, llamada Fat Man (hombre gordo).
El 26 de julio de 1945, Estados Unidos lanzó un ultimatum a Japón, que lo rechazó el 28 de julio.
Hiroshima era una ciudad de cierta importancia en Japón durante la Segunda Guerra Mundial, además de ser uno de los blancos más fáciles y poseer un depósito de armas. Por ello fue la elección para la devastación nuclear.
El 6 de agosto, el avión Enola Gay lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima causando unas 70.000 víctimas mortales en al acto, considerándose otro número igual de muertos por los efectos posteriores. Y la práctica destrucción de la ciudad.
Japón siguió sin capitular, por lo que el 9 de agosto de 1945 caería otra bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki, aunque el objetivo era Kokura, pero se rechazó porque la ciudad estaba cubierta de nubes. La explosión nuclear causó la muerte instantánea a unas 35.000 personas, falleciendo con posterioridad otras tantas por los efectos.
Japón anunció su rendición, que se hizo oficial el 2 de septiembre de 1945 a bordo del buque norteamericano USS Missouri.
Nunca más el horror el horror de la bomba atómica.
Finalmente, haremos mención a tres leyendas que circulan sobre el ataque nuclear de Estados Unidos a Japón.
Uno de los científicos, padres de la bomba atómica, Robert Oppenhemir, se arrepintió de haber participado en el proyecto.
Verdadero. Se arrepintió de la muerte y la destrucción a la que había contribuido y luchó hasta el final de sus días por el control y el desarme nuclear.
Los pilotos que lanzaron la bomba atómica se volvieron locos al ver la destrucción que habían causado.
Falso. El capitán Robert Lewis, afirmó en el bombardeo Dios mío, ¿qué hemos hecho? y Bob Caron lo fotografió y lo describió. Si bien, la experiencia no debió de resultarles agradable, lo consideraron como un cumplimiento del deber y una forma de vencer al enemigo.
Si Estados Unidos no hubiera lanzado las bombas atómicas, la Segunda Guerra Mundial se hubiera prolongado mucho más años y hubiera habido todavía más víctimas.
Nunca se sabrá. Los japoneses demostraron ser un enemigo feroz y dsipuesto a morir hasta el final. Desde luego la victoria para los norteamericanos no hubiera sido nada fácil y hubiera costado muchísimos muertos, pero nunca se podrá saber hasta que punto.
El mundo contemporáneo
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