Ser agricultor en España


La agricultura en España supone un 2,3 % del Producto Interior Bruto. Parece una cifra baja si la comparamos con otros sectores, como por ejemplo, la cultura que es un 3,5 % del PIB.

Pero su importancia es muchísimo mayor que ese 2,3 %. Nunca hay que perder de vista que una población sin alimentos no puede sobrevivir, por tanto es necesario su mantenimiento. Además la industria agroalimentaria es el primer sector industrial español, con un fuerte peso en el PIB, de un 7,64 %. La industria agroalimentaria necesita a la agricultura como suministro de materias primas. Por otra parte, la actividad agraria es fundamental para fijar población en el medio rural y mantener un adecuado equilibrio territorial.

El sector agrícola se enfrenta actualmente a varios retos. Depende íntimamente de la Política Agrícola Común, es decir las directrices y ayudas que vienen impuestas desde la Unión Europea. Y no hablamos sólo de ayudas, sino de numerosa legislación en materia de seguridad alimentaria, medio ambiente y bienestar animal, entre otros aspectos.

Hasta 1960, fue la principal actividad económica en España, pero ha ido perdiendo importancia progresivamente. En los últimos 10 años, han cerrado el 44 % de las explotaciones agrarias. Hoy día mantiene el 5 % del empleo total. 

Sin embargo, el descenso de su importancia parece haber encontrado un tope. La Fundación para la Agricultura y la Alimentación de la ONU (FAO) indica que a nivel global se van a necesitar más agricultores para los retos a los se enfrenta el mundo en el futuro.

El perfil del agricultor también está cambiando. Cada vez poseen más formación, incluso se están uniendo a la actividad numerosos titulados universitarios. El relevo generacional es muy importante, ya que el 5 % de los agricultores tiene más de 35 años.

También está cambiando la forma de producción y los productos. Se utilizan cada vez más técnicas respetuosas con el medio ambiente y cultivos nuevos que demanda la población. La imagen de una agricultura basada exclusivamente en los cereales y en el vacuno de leche es algo ya pasado. La agricultura ecológica está en auge y sus productos cada vez tienen más aceptación y demanda.

Pero, con todo lo que pueda parecer, ser agricultor no es fácil. Quien quiera dedicarse a esta actividad debe  superar una auténtica maraña administrativa, no sólo para empezar en la actividad, sino vivir de ella. El agricultor, además de agricultor, hoy día debe ser gestor administrativo.

Por otro lado, la actividad en sí es poco rentable y sujeta a los rigores climatológicos. El margen por hectárea es escaso, mientras el gasto en maquinaria, plaguicidas, abonos y gasóleo es elevado. Y siempre existe el riesgo de un granizo, de enfermedades en el ganado o del ataque de fauna salvaje. Aunque pueda parecer mentira, hay personas que se dedican a la agricultura porque aman la vida en el campo y en los espacios abiertos.

Frecuentemente, la sociedad ha sido injusta con los agricultores. Les ha tachado de brutos, paletos e incultos, pero no ha pensado en la dureza de sus condiciones de vida y de ser ellos los que producían alimentos con los que se alimentaba la población. Afortunadamente, esta percepción está cambiando y la sociedad urbana, cansada de entornos alienantes y deshumanizados, mira al campo como sus orígenes del que partieron sus ancestros en el éxodo rural y como una actividad necesaria para la sociedad y de la quieren conocer muchos aspectos, a través, por ejemplo, del turismo rural o del turismo enológico.

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