Y no eran los tiempos de ahora, sino los ochenta, cuando era relativamente raro que te desahuciaran. He visto a mi padre beber más de la cuenta, he visto a mi madre llorar. Era poco más que un adolescente y mi mundo se desmoronaba a mi alrededor.
¿La culpa? No tener dinero. No había otra.
Los bancos te trataban como una basura que le traía problemas, a los fríos juzgados se la pelaba tu sufrimiento y los asquerosos carroñeros de los subasteros volaban alrededor de los despojos.
Han pasado tres decenas de años y las cosas siguen igual. Resulta que España tiene de las leyes más inhumanas en materia de desahucios, pero tranquilos, que no cunda el pánico, que en política no se va a hablar de eso.
Lo verdaderamente importante es el "hecho diferencial", la "estabilidad financiera" (socializar las pérdidas de los bancos), la "actitud política", el "derecho a decidir" y que la casta política parasitaria siga gozando de privilegios para garantizar la legitimidad "democrática". Tranquilos que los políticos marearán la perdiz hablando de chorradas, para que los ciudadanos no pensemos en las cosas importantes.
Se dice que si alguien sufre un desahucio que no se hubiera metido en lo que no podía. Me recuerda, salvando las distancias y con todos los respetos, a las víctimas de ETA, a lo que se decía en vomitivos ambientes: "algo habrán hecho".
Parece ser que el gobierno de Rajoy, que no me convence ni poco, ni mucho, no me convence nada, va a tomar una serie de tímidas medidas. Bienvenidas sean, aunque no solucionen ni de lejos el drama que se está viviendo.
Puede que llegue algún día en que los desahuciados, como las víctimas de ETA, nos lleguen a echar en cara a los españoles lo borregos, insensibles y poco patriotas que hemos sido los ciudadanos españoles.
Si llega ese día, ¿tendremos la decencia de agachar la cabeza? o ¿les hablaremos del "hecho diferencial", la "estabilidad financiera", la "actitud política", el "derecho a decidir" y la legimitidad "democrática"?
Jaime Arroyo
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