Salvador Sostres no pasa desapercibido. Es de las plumas que se las quiere o se las odia. Así es la expresión, porque en mi caso no le tengo odio ninguno, por mi parte le deseo que le vaya bien. Pero sinceramente, me parece muy injusto que escriba columnas llenas de vulgaridad demagógica, mientras hay tantos periodistas en paro y tantas personas que escriben tan bien (basta dar una patada en Internet), a las que nadie da una oportunidad por las cochinas influencias.
Que si el terremoto de Haití era la menstruación del planeta, que si los funcionarios se merecen todo lo malo que les pase (aprovecha para dar puyitas cada vez que les bajan el sueldo), entre otras lindezas. Por no hablar de otros gustos que expresó en televisión, porque no quiero echar más leña al fuego.
Pero esta última vez se ha pasado. Y se ha pasado siete pueblos y medio. Echar la culpa a los padres de lo que les ha pasado a las niñas que han muerto en la tragedia de la fiesta del Madrid Arena es de una enorme bajeza moral. Ojalá nunca tenga el Sr. Sostres que pasar el dolor que están pasando esos padres, porque si se pusiera en su lugar estaría horrorizado de lo que ha publicado.
Puedes pensar algo así, pero no escribirlo. Porque sabes que si esto llega a sus padres, va a hacer más intenso el horrible dolor que sienten.
En mi opinión, es una absoluta falta de ética. No vale todo con tal de que te lean. Las conversaciones de bar quedan en el bar, pero si van a hacer daño a alguien, que no salgan del bar. Yo mismo (o cualquiera con un teclado o un bolígrafo) podía escupir basura hasta no parar, pero, en mi caso, deseo dormir bien. Por desgracia no lo consigo, pero al menos lo llevo mejor porque sé que no es debido a que me atormenta mi conciencia.
Y lo triste es que se siga escribiendo, mientras a plumas que valen su peso en oro se les niega.
Es un reflejo del bajo nivel profesional y moral al que ha llegado este país.
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