La traducción del discurso del Sr. Montilla es una grosería política

Si yo voy por la calle y unos extranjeros, pongamos por caso norteamericanos, checos, coreanos o lo que sean, me preguntan por una determinada calle o lugar, lo normal es que intentemos entendernos en un idioma que hablemos los dos, pongamos por caso, el inglés, el francés, el italiano, o lo que es más normal un chapurreado de lo que sea. Si no tengo ni idea de nada, le contestaré en español que siento no poder ayudarle, pero que no le entiendo. Eso es educación y buenos modales. Así es como nos lo enseñaron.

Pero si sabiendo el idioma que ellos hablan, me empeño en hablar en español por cachabas y si me quieren entender me entienden y si no, que se jo…, me estaré comportando como un auténtico grosero.

El próximo discurso en el Senado del Presidente de la Generalitat de Cataluña, el Sr. D. José Luis Montilla, será en catalán por cachabas y contará con un servicio de traducción simultánea que costará 6.500 euros.

La Constitución Española en su artículo 3 establece que el castellano es la lengua oficial del estado y todos los españoles tienen el derecho de usarla y el deber de conocerla. Pero siempre he creído que sobran las leyes cuando existe educación. Este es el auténtico problema, que una parte de los políticos españoles la han perdido o lo mismo es que no la han conocido. Se comportan con auténtica grosería política y lo que es peor es que sus majaderías corren a cargo del bolsillo del contribuyente. Ya sabemos que 6.500 euros no se van a desequilibrar los presupuestos del estado, pero en un país con casi cinco millones de parados y muchos colectivos asfixiados económicamente o con recortes en sus pagas, es una auténtica obscenidad, además de una horterada sin precedentes.

Ya sabemos, los que lo sabemos, que los nacionalistas son una rémora para Cataluña. Ya sabemos, los que lo sabemos, que muchos políticos españoles en la calle no servirían ni para ser presidentes de una comunidad de vecinos. Ya sabemos, los que lo sabemos, que mienten más que hablan.

Ya sabemos esas cosas. Pero al menos que se comporten con un poquito de educación.

J. Arroyo Mendoza
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