Habitualmente se tiene una imagen de la Edad Media como un período brutal, inculto, salvaje, violento y hasta sucio, pero ¿hasta qué punto corresponde esto a la realidad histórica?
Para responder a esta pregunta habría que distinguir tres períodos en la Edad Media.
El primero correspondería a los siglos posteriores a la caída del Imperio Romano. Períodos convulsos, violentos y de invasiones, más conocidos como la Alta Edad Media. El mundo occidental, no así el Oriente, se convulsionó, invasiones de bárbaros: godos, hunos, francos, etc. crando estados y destruyendo estados. Y después de haber destruido el Imperio Romano de Occidente, no así el de Oriente, hubo invasiones por el norte de los vikingos y por el este de los eslavos. Y por si no fueran pocas tantas convulsiones, una nueva religión, el Islam, aparecería cambiando el ya inestable mundo que existía. Este período fue ciertamente violento e inestable.
Después del siglo XX, los estados se estabilizan y llega un período de paz, donde muchos ociosos caballeros deciden luchar a las cruzadas de Oriente o a la Reconquista española. Se dan avances en la arquitectura creándose el estilo románico, se mejoran las técnicas defensivas con los castilllos de piedra, se valora un poco más a la mujer por el culto a la Virgen María y nacen los ideales caballerescos: defender a los débiles. Es la Plena Edad Media.
En los siglos XIV y XV, prosiguen los avances en la arquitectura, creándose el gótico, los avances en la navegación, el comercio y la cultura. El mundo ya se prepara para el Renacimiento. Sin embargo el período no deja de ser extremadamente violento: ejércitos de mercenarios recorren Europa en guerras que no tienen fin. La Baja Edad Media, donde florecen la música y las artes, es una época muy violenta y convulsa.
En todo caso, la Edad Media nos sigue fascinando porque siempre será una época apasionante.
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