Fuente: Diario de León |
Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación Provincial de León, ayer fue asesinada. Es la primera vez (aparte del repugnante terrorismo de ETA) que se asesina a un político por motivos personales.
Debemos condenar sin paliativos el asesinato, pues nadie tiene derecho a quitar la vida a nadie, pero también debemos reflexionar sobre lo que está ocurriendo.
Deberíamos reflexionar quizá con un debate a nivel nacional (que no se va a producir). Está claro que los motivos han sido personales y no políticos. ¿Qué ha movido a que una madre y una hija, del mismo partido que la asesinada, cultas y con educación, hayan asesinado a una persona?
Los españoles somos así. Pasamos de tragar carros y carretas a la violencia ciega. A principios del siglo XIX, pasamos de admirar y tragar sapos y culebras con los franceses, a hacerlos la guerra con una ferocidad indescriptible.
No cabe duda de que Isabel Carrasco era un personaje polémico y que sus modos de hacer política no eran unas buenas prácticas de gestión de lo público. Aunque su gestión fuera muy criticable, nunca se debe caer en comentarios de muy poca categoría, como algunos aparecidos ayer en prensa digital, Twitter y otras redes sociales, hay un abismo, el que separa la dignidad humana de la miseria moral. Nunca se debe caer en la expansión del odio y en la falta del respeto más elemental.
Los políticos no están más allá del bien y del mal, como algunos parecen creerlo. Son seres humanos y están sujetos a la enfermedad y a la muerte, como todos. La soberbia, la prepotencia y la corrupción nunca estuvieron bien vistas, pero en unos tiempos de paro, miseria y enajenación mental, comportarse en público de esta manera puede llegar a ser suicida. No señalo a nadie, ni pienso en ningún político en concreto, sólo repito aquel dicho que se le atribuye a Octavio Augusto: la mujer del César, no sólo debe ser buena, sino además parecerlo. Tampoco estoy diciendo, ni siquiera insinuando, que la muerte de Isabel Carrasco, sea debida a su gestión política, ya que parece algo exclusivamente personal. El trabajo de la Policía y los investigadores esclarecerán los móviles del crimen.
Que Isabel Carrasco descanse en paz. Y que los políticos reflexionen sobre el nivel de enajenación mental al que está llevando la crisis a muchos ciudadanos. Y que los ciudadanos reflexionen. La mala gestión pública no se arregla con la pasividad.
Pero mucho menos con la violencia.
Jaime Arroyo
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