Destitución de Pedro J. Ramirez, un golpe a la libertad de información en España



Si crees en la libertad de expresión entonces crees en la libertad de expresión para puntos de vista que te disgustan. Por ejemplo, Goebbels estaba a favor de la libertad de expresión para los puntos de vista que compartía, igualmente Stalin. Si estás a favor de la libertad de expresión, eso significa que estás a favor de la libertad de expresión precisamente para los puntos de vista que no compartes, de otra forma, no estarías a favor de la libertad de expresión.
Noam Chomsky

La destitución de Pedro J. Ramírez como director del diario El Mundo se producía el 31 de enero de 2014. En el domingo de esa semana, en una carta de despedida escrita en el diario, expresaba su agradecimiento y comprensión hacia los dirigentes del grupo de comunicación que han tomado la decisión de cesarle, entendiendo los motivos que les llevaron a hacerlo.

En Twitter escribía Muchas gracias a todos por vuestro apoyo..., y anunció que su próximo libro empezará con dos versos del poeta Manuel José Quintana, con los versos de la Oda a Juan de Padilla, escrito en 1797: De arena y sangre y de sudor cubierto, veo al héroe que lucha y lucha en vano.

Pedro J. Ramirez, periodista de raza, de investigación, que buscaba incesantemente esa exclusiva diaria, que conseguía millonarias ventas de su diario y que al cabo de unos meses, sólo era, en sus palabras, papel para envolver bocadillos. Pero no era un simple gacetillero, sus análisis reflejaban gran conocimiento y profundidad.

Conseguir esa exclusiva colocó a El Mundo en primera posición, pero a costa de buscarse numerosos enemigos, sacó a relucir todos los trapos sucios del felipismo, abriendo los ojos a los españoles en el sentido de que la era inocente de la transición había finalizado. Y ahora se hallaba enfrentado al rajoyismo, mostrando las revelaciones del caso Bárcenas, la financiación ilegal del PP, los correos electrónicos entre Rajoy y su extesorero, las cuentas del marido de Cospedal tras la fusión de Caja Castilla-La Mancha, por no hablar del sonado caso Noos, en el que estaba implicada la Casa Real, además la publicación de otras noticias relacionadas con ella como Botsuana y Corinna.

Demasiados enemigos poderosos y si a eso añadimos las dificultades económicas del diario, está claro que su cabeza debía ser cortada, metafóricamente hablando, claro.

Pedro J. Ramirez podía gustar o no, como todo en la vida, aunque de hecho, el prototipo de periodista que representa, el periodista que saca los trapos sucios, rozando a veces la legalidad, es un personaje incómodo, que en el siglo XIX acababa en duelos, debido a incendiarios artículos.

Pero a pesar de todo, el periodista de raza, que busca la exclusiva y destapar trapos sucios caiga quien caiga, guste o no, es un personaje necesario en una sociedad abierta y democrática, que representa el derecho a la información, recogido en las constituciones de los países democráticos y avanzados.

La alternativa, el periodista de artículos "corregidos", al servicio de una determinada ideología o los intereses de un grupo empresarial (aunque esto siempre condiciona algo, aún de forma inconsciente), no es una buena alternativa.

Aunque pueda parecer más simpático.

Jaime Arroyo

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