Cuando tenía veintipocos años trabajé en una empresa con un sueldo por debajo del salario mínimo y encima pagaban en negro, una auténtica vergüenza. El trato en el trabajo era correcto, pero no dejaba de sentirme un esclavo. Encima estaba fuera de casa y perdiendo dinero. Todo por vagas promesas de que me harían un buen contrato, que tenía que estar a prueba. ¿Por qué a veces somos tan tontos de creer a gente que no está a la altura de las circunstancias?
Harto de ser mano de obra barata y engañado con mentiras, les mandé a paseo. Al menos la experiencia me sirvió para concienciarme de estudiar y trabajar en serio y mandar a paseo a negreros con cantos de sirena.
Pensé que aquello afortunadamente estaba superado, pero nos viene el Gobernador del Banco de España, Luis Linde, con la sugerencia de suprimir el salario mínimo para algunos trabajadores, feliz idea a la que también se ha adherido la ex Presidente la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, tal y como lo ha expresado en su blog.
Se me ocurren tres ideas sobre esta "lindeza", haciendo un juego de palabras con el apellido del Sr. Gobernador del Banco de España.
En primer lugar, el salario mínimo en España, que se supone es el mínimo que permite vivir con dignidad, está muy por debajo del de los países de nuestro entorno. Parece que con esta propuesta quieren que España "converja" con los países en vías de desarrollo, a los que hasta hace dos días se criticaba por sus condiciones de explotación y salarios de pobreza.
En segundo lugar, los simpatizantes del neoliberalismo salvaje no se dan cuenta que la avaricia rompe el saco y que los países más prósperos y productivos no son precisamente los de los sueldos de miseria. Ya la OIT ha advertido que eliminar el salario mínimo perjudicaría aún más la economía española.
Y en tercer lugar, la clásica falta de empatía, el no dar ejemplo y la desconexión con el pueblo que demuestran nuestros dirigentes, pues hablan de algo que ellos jamás podrían conseguir: vivir con sueldos por debajo del salario mínimo interprofesional. Su forma de vida es tan completamente distinta, que no lo pueden llegar ni a imaginar.
Esto último me recuerda la frase del científico aleman del siglo XVIII Georg Christoph Lichtenberg:
Cuando los gobernantes pierden la vergüenza, los gobernados pierden el respeto
Jaime Arroyo
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