El FMI y la Comisión Europea piden a España bajar los sueldos un 10 %. A palabras necias, oídos sordos.


No hay atajo sin trabajo. Este dicho resume la auténtica realidad de la vida, se quiera reconocer o no. Seamos sinceros, si alguien piensa vivir sin trabajar es que va a vivir a costa del trabajo de otro. Esto es una realidad impepinable.

Defender este principio es un tanto ridículo, pues la realidad de la Historia lo demuestra de una forma contundente. Las civilizaciones y culturas que creyeron en el esfuerzo y el trabajo salieron adelante y las que lo hicieron a base del trabajo de otros y la esclavitud se terminaron hundiendo en su propia miseria.

Pese a los tópicos y muchos veces al folklore, el español es trabajador y sacrificado. Y pese a quien le pese, los jóvenes también lo son.

Pero, por desgracia, en una sociedad degradada y que ha perdido los valores, el trabajo cada vez se valora menos.

Como dijo Antonio Machado, todo necio confunde valor y precio. Y es lo que les pasa a estos lumbreras del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea que proponen una reducción de sueldos del 10 %. Como siempre cargando las tintas y culpando de la crisis al trabajo honrado.

Necios que afirman que es para combatir el paro. En los últimos cuatro años el estado español ha dado a entidades financieras hundidas por políticos más de 230.000 millones de euros. Si esos 230.000 millones se hubieran utilizado para dar crédito a las familias y a las empresas españolas, ¿Cuántos parados menos habría? ¿cuántas empresas no habrían cerrado? ¿cuántas familias no estarían pasando hambre? Pero claro, lo importante era salvar a los compadres de la casta política, no sea que por demandas judiciales a causa de quiebras de esas entidades (que ellos mismo ayudaron a quebrar) hubieran acabado más de cuatro en el banquillo.

Necios que afirman que es para combatir el paro. Pero de la corrupción que campa por España bien calladitos están. Corrupción que perjudica la imagen de España en el exterior y corrupción que, existente a todos los niveles (no seamos hipócritas), destruye, como la acción de termitas, el tejido económico y empresarial. El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra. Pues precisamente, lo de que el FMI está libre de culpa suena a chiste, habiendo tenido como directores gerentes a Rodrigo Rato, Dominique Strauss-Kahn, Christine Lagarde... Y por sus hechos los conoceréis, y vaya si los conocemos, pues la armaron en Iberoamérica.

Necios que afirman que es para combatir el paro. Pero  no mencionan el brutal gasto que ocasiona la clase política en España. Gasto que lastra a empresas y familias y del que es responsable un enorme porcentaje del desempleo en España. ¿Por qué no se habla de cambiar la Constitución (de forma legal, por supuesto)? ¿por qué no se elimina el Senado? ¿por qué no se reforman las comunidades autónomas (legalmente y con referéndum)? ¿por qué no se habla del número de políticos, sus sueldos y su utilidad? ¿por qué no se eliminan las pensiones vitalicias de los mismos?

Lo que pretenden con sus medidas es degradar el trabajo, que no se valore socialmente, ni económicamente, que cada vez valga menos. Que en vez de estar aguantando ocho horas al día a un jefe capullo, a unos clientes tocapelotas, atendiendo ancianitos o acabando con dolor de cabeza de estar todo el día al teléfono, sea más práctico y productivo coger y dar el palo a alguien, ejercer la prostitución (autonomamente, sin proxeneta, claro), vender droga, timar a los incautos o dedicarse al parasitismo, que en este último caso en España hay enormes posibilidades, empezando por ejercer la política sin escrúpulos, ni idealismo.

A palabras necias, oídos sordos. El problema es que nuestros políticos terminen haciendo caso de necios, que con un bolígrafo en la mano y desde un despacho enmoquetado, han arruinado naciones, quebrado empresas, condenado a familias y a niños al hambre, provocado suicidios, esparcido desgracia, en definitiva.

Hay que tener en cuenta lo que decía al director de cine francés Claude Chabrol, la tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia. La inteligencia tiene sus limites, la tontería no.

Jaime Arroyo

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